domingo, 2 de febrero de 2014

Capítulo 6- Evan.

"Un día abres los ojos después de estar dormido lo que parece mucho tiempo.
Después de semanas enteras llorando. Pensamientos amargos, pesadillas sinceras, realidades aterradoras que te hunden cada vez más. Horas y horas despierto, pero sin estar presente realmente. Las palabras rebotan y no llegan a ti. Píldoras, cuchillas, drogas o un trozo de cuerda con el que poder ahorcarte parecen buenas vías de escape en esos momentos. Tu escoges si usar esa salida o no.
Tu vista está nublada y tu alma oscura. Deseas gritar todo lo envenenado que se oculta dentro de ti, pero no sale sonido alguno de tu boca.
Días enteros sin comer porque el único apetito que tienes, es el de morir.
Y una mañana, sin darte cuenta, ocurre.
Abres los ojos y ya no quedan más lágrimas que derramar, pues ya las has agotado todas. Tu mente está en blanco, sin molestas repeticiones de lo que te ahogaba en dolor sin cesar. El veneno ha sido expulsado y ahora solo quedan heridas por cicatrizar. Aun duele, pero no del mismo modo. Es un paso hacia delante. Tu mente está vacía ahora y el tiempo pasa. Solo espera.
El mundo no se para por nadie. Y tu tendrás que seguir respirando."

Y eso fue exactamente lo que pasó.
Durante el bajón que sentí cuando falleció mi abuela, yo escribí varios poemas y canciones, había hecho dibujos y escrito líneas y líneas de tinta negra en hojas que me parecían demasiado blancas, de manera involuntaria. Intentando plasmar mi dolor, desesperación, angustia y las preguntas que atascaban mis pensamientos en ellos para poder tal vez salir a flote.
Haciendo un repaso por mi blog vi que publiqué alguna de estas cosas inconscientemente.

Solo quería cerrar los ojos y dormir durante todo el día hasta que ese insoportable sentimiento desapareciese. Era algo imposible porque, en cuanto me dormía, mi sueño se cargaba con él y me despertaba bañado en sudor.
No bebía. No fumaba. No hacía nada realmente, porque vi que ni el tabaco ni la bebida me ayudaban a alejarme de la realidad por mucho que lo intentara. Solo me ayudaban a tener dolor de cabeza para que la experiencia fuese peor.
Me dediqué a realizar las acciones que mi cuerpo necesitaba. Comer si tenía hambre y beber si tenía sed, aunque mi apetito normalmente, era nulo.
Solo eso. Nada más.
Solo seguir respirando.
Era la única esperanza a la que podía aferrarme.
Seguir respirando, deseando poder aguantar los dardos envenenados que se clavaban en mi piel; que, tal vez, desaparecerían algún día.

En esos momentos tumbado en la cama y mirando al techo podía ver la tormenta alejándose. Un rastro de nubarrones grises estaban sobre mi, impidiéndome ver el Sol.
Aun así, me animaba el pensar que ya había pasado lo peor. Si la tormenta se estaba alejando, esos nubarrones lo harían más tarde también.
"Tendrás que seguir respirando" me repetía siempre a mi mismo. Un paso después de otro. No permitiría hundirme a mi mismo. No, no podía.

Mi cuerpo era una cáscara vacía de sentimientos. Indiferencia. Pero era mucho mejor que la etapa en la que mi cuerpo estaba lleno de la sangrienta sensación de estar rompiéndome por dentro.

Todo me daba igual. Los nubarrones grises siguieron sobre mi durante semanas pero un día, apareció algo dentro de mi. Curiosidad.

Conocí a un chico llamado Pitt.

No hay comentarios:

Publicar un comentario