domingo, 23 de febrero de 2014

Capítulo 9 - Evan.

Lunes.
Era un asqueroso y horrendo lunes. Como todos.
Había dormido durante todo el domingo y la resaca había desaparecido, pero eso no evitaba que lo odiase.
Me levanté de la cama y me preparé lentamente para ir al instituto. No podía faltar más días.
Cuando estuve listo, salí de casa dando un portazo, como única despedida que dediqué a Brad.

Estar en clase era insoportable. Estuve de mal humor toda la mañana y los ojos se me cerraban. No quería seguir escuchando a los profesores. Ni a mis compañeros de clase hablar sobre lo maravilloso que había sido su fin de semana. Harto, fingí que tomaba apuntes, mientras hacía líneas y dibujos de lo que me viniese a la mente.

Por fin, el timbre sonó. Me fui a casa en cuanto salí de allí. Llegué, comí, leí un libro, escuché música, e incluso hice deberes, pero faltaba algo. Estaba aburrido. Totalmente aburrido, sin saber que hacer.
No aguantaba más en mi casa, en mi prisión. Esas cuatro paredes y un tejado se me antojaban claustrofóbicas. Y en mi cabeza surgió una imagen de un precioso pájaro, con la libertad de poder volar a donde sea, sin presiones. Sin límites más que aquellos que la fuerza de sus alas le marcaban. Me imaginé, como muchos esos pájaros mueren asfixiados con la horrible sensación que sienten cuando les metemos en una jaula. Su propia desesperación. Su propia suerte. Su propia celda. Su propia agonía. Su propia tumba. 
Y después huesos. Y después polvo. Y después, nada.
Claustrofobia.

Y un portazo.
Salí de mi casa, y pude respirar por fin. A veces me preguntaba por qué era tan raro. Por qué sentía esas cosas que me asfixiaban. Caminé sin rumbo durante un buen rato. Pasé por delante de una tienda de ropa para bebés, que debía ser nueva. Luego, pasé por un parque, donde varios niños estaban dándose pases con unos balones llenos de barro, y donde las niñas se columpiaban y jugaban con sus muñecas. Seguí caminando. Encontré un solitario y viejo banco de madera, que miraba hacia un pequeño puente de piedra, que comunicaba las dos partes del jardín en donde se hallaba.
Un pájaro llegó volando, y se posó sobre la piedra del puente. Entonces mi reflexión sobre los pájaros volvió a abrirse paso en mi cabeza.
¿Por qué estaríamos dispuestos a marcar la vida de un pobre pájaro con tal de que sea nuestro? ¿Por qué buscamos tan desesperadamente la posesión de las cosas? ¿ Por qué sembramos, cosechamos y recolectamos todo ese egoísmo guardado en nuestro interior? ¿ De verdad somos los humanos los seres vivos más "inteligentes"? ¿Acaso no estaríamos dispuestos a encerrar a las personas a las que amamos, con tal de que sean nuestras; de imponer en su vida aquello que se considera correcto? ¿Acaso alguien pregunta sobre su opinión?
Somos depredadores y presas, tal y como cualquier otro animal. Pero la sangre fría corre por nuestras venas. ¿Qué es lo que estamos haciendo? Mandaríamos bajo tierra a cualquier persona si eso nos beneficia. Solo hay dos opciones: enfrentarse, o huir. Y ahí estaba yo, cavilado sobre el comportamiento del mundo.

El pájaro abandonó el puente de piedra, y alzó el vuelo. Y yo decidí hacer lo mismo, y dejar mis comeduras de cabeza que no me llevan a ninguna parte. Aunque si había algo para lo que si tenía tiempo, era para pensar.

Me propuse a volver a casa, pasando otra vez por el parque, por tiendas de ropa, de discos, una peluquería, un supermercado, una zapatería y, al lado, estaba la tienda "The Stange".
Pasé de ella, no me molesté en mirarla si quiera. En ese momento, la puerta se abrió, y un chico cargado de bolsas tropezó contra mi.

    -Perdón, tío. Estas bolsas pesan mucho.- dijo. Entrecerró los ojos y entonces una bombilla se iluminó sobre su cabeza. - ¡Tu  eres el tío del otro día!

    -Evan, si. - me había sorprendido, la verdad.

    -¿Que tal te va, Evan? No lo recuerdo muy bien, pero creo que el otro día te apunté mi número en la mano, soy Pitt. ¿acaso no pensabas llamarme? -rió.

    -Si, claro; pero en cuanto me di cuenta tu número se había borrado y no pude llamarte.-mentí. -Además, no estaba muy seguro de que recordases algo sobre mi.

     -Pues ya ves que si. La verdad, todas estas bolsas son ropa para las sesiones de fotos que hago, ¿Recuerdas?. Decidí venir a echar un vistazo, y ya ves. Gracias a ti he conseguido buen material, tío. Algún día podría hacerte una sesión de fotos si quieres, como agradecimiento.

     -No hay de qué. No suelo sacarme muchas fotos, la verdad. Además, debes de tener mucho trabajo. -dije, esperando que olvidase esa idea de fotografiarme.

     -¡Para nada! Además, tal vez nos vengas bien como modelo para nuestra revista.

     -Oh, no creo...No valdría para hacer de modelo.- ("Modelo" ¿En serio?)

     -Bueno, Evan, ¿que te parece si discutimos eso de camino a mi trabajo, dejamos estas bolsas, y te invito a tomar algo?


Finalmente, acepté. Mientras caminábamos hacia su trabajo estuvimos hablando sobre la otra noche, y sobre como al día siguiente no recordaba nada, pero poco a poco fue recordando datos sobre mi, e incluso el nombre de la tienda. Todos sus amigos y amigas decían que "era un tío legal". Todo esto resultaba irreal. ¿Hasta cuando duraría? Necesitaba recapacitar. Era algo que seguramente me mantendría en vela por la noche. ¿Cuando verían en mi todo lo que desprecian los demás al rechazarme? Pero, ¿acaso importaba?
Decidí acompañar a Pitt a tomar algo.

     -Bueno, Evan, háblame sobre ti. ¿Te tiras a alguien? -preguntó Pitt con toda la naturalidad del mundo.

     - La verdad es que no... pero tú estabas con una chica, ¿no?

    -Evelyn, sí. También es una tía legal, está muy buena. Algún día podría presentartela, si te pasas por el trabajo, pero no me la robes, ¿eh, cabrón? -rió.

    - Intentaré no hacerlo. -dije yo, y entonces nos empezamos a reír los dos, porque sabíamos que yo no era de ese tipo de personas. Yo era el "tío legal".

Mantuvimos nuestra conversación hasta que fue hora de irse. Salimos del local, y nos despedimos.

    - Evan, puesto a que tú no vas a llamarme, dame tu número, y así podríamos vernos la próxima vez que salgamos por ahí de fiesta.

    -Como quieras. - dije, encogiéndome de hombros.

Después de que cada uno siguiésemos nuestro camino, no tenía otro sitio al que ir, así que volví otra vez a mi casa, esperando no tener que aguantar otro ataque de ira de Brad.
No quería pensar más en Pitt, ni en el resto de personas que había conocido aquella noche.
Había conocido a otro grupo de chicos con buenas intenciones años antes, pero poco a poco fueron descubriendo que yo era diferente, como habían hecho todas las personas que conozco. Solo era cuestión de tiempo para que volviese a pasar lo mismo, así que era mejor no comerse la cabeza.

Llegué a casa, y Brad no me dirigió la palabra, ni yo a él tampoco. Me preparé  la cena, y subí a mi habitación, pasando de todo.
Maté el tiempo como pude hasta que me quedé sin ideas. Apagué mi reproductor de música, apagué las luces y me acosté en la cama, tapado con mantas. Sin poder evitar lo inevitable.
Mis pensamientos fluyeron hasta que el sueño me pudo, y me quedé dormido.
¿Era yo otro pájaro encerrado en una jaula?

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